Cada nueva ola debilitaba un poco más el barco dañado y John se preguntaba cuánto más podría soportar el casco. A menudo, se había preguntado cómo sería su muerte. Quizá moriría en África de alguna enfermedad tropical, o debido a las heridas recibidas en una reyerta con otro marinero. Pero ahora ya no tenía dudas, moriría ahogado en el Atlántico Norte y desaparecería sin dejar rastro alguno.
La vida de John Newton se venía abajo sin control. Tras ser reclutado de manera forzosa por la Marina real, se enfrentó a sus compañeros de tripulación y acabó convertido en siervo de un comcerciante de esclavos de la costa occidental de África. Más tarde, cuando viajaba a bordo de un barco a punto de naufragar, clamó al fin a Dios, rogándole ayuda.
John comenzó abrazar el cristianismo mientras capitaneaba un barco negrero. Con el tiempo, abandonó esa vida y se transformó en un hombre con una profunda pasión por las almas y se unió al movimiento abolicionista (1725–1807).