La importancia de Jonathan Edwards en el mundo evangélico de habla inglesa es indudable. Benjamín Schwarz describe a Edwards como "el teólogo más sutil, riguroso y penetrante de América". Jonathan Edwards es uno de los mejores pensadores americanos de la época del Primer Gran Avivamiento o de cualquier otra época. Y su línea de pensamiento se enraizaba en la adoración y estaba empapada de una honda de devoción, que combinaba el antiguo interés puritano por la doctrina, con la nueva pasión por la experiencia profunda que favorecían los seguidores del avivamiento. Estas afirmaciones reflejan, claramente, la importancia de Edwards.
Pero, incluso desde trasfondos no evangélicos, Edwards es grandemente apreciado y aclamado como, por ejemplo, uno de los grandes filósofos que ha producido América. Es evidente que también es denigrado por muchos por ser el predicador del sermón más conocido y odiado en América: "Pecadores en las manos de un Dios airado". Pero defender a Edwards de los prejuicios que contra él se levantan no es el propósito central de este libro: "la sabiduría es justificada por sus hijos". Edwards, sin embargo, es poco conocido en Latinoamérica. Principalmente porque pocas de sus obras han sido traducidas al español.