Mucho antes de que existiesen las mega-iglesias, casi 6.000 personas abarrotaban cada servicio religioso para escuchar a Charles Spurgeon. Descubra por qué sus predicaciones magistrales asombraron a su tiempo.
Los elogios a los sermones de Charles Spurgeon son casi interminables. Es un legado de predicaciones que jamás podrá ser olvidado y tal vez nunca superado. Considerado por sus pares “Príncipe de los predicadores”, Charles Spurgeon destacará por largos años como el epitome de la maestría en el púlpito. Joseph Parker, otro famoso predicador londinense, escribió: “La Carrera del señor Spurgeon ha demostrado que la enseñanza evangélica puede atraer hacia sí la mayor congregación del mundo, y mantenerla por un tiempo… La gran voz ha cesado. Fue la voz más potente que jamás esuché.”
Spurgeon convirtió el Tabernáculo Metropolitano en una de las congregaciones independientes más numerosas del siglo XIX. En el núcleo de su apasionada exposición bíblica siempre estaba la adundante gracia de Dios. Ésta fue la doctrina central en torno a la que giraron su mensaje y su ministerio. La gracia anuncia al hombre que pesar de toda la verdad acerca de su persona, Dios aún le mira con amor. Y esto, dijo Spurgeon, “ofrece la contemplación de un panorama fantástico”.
No obstante, la historia y la experiencia personal cristianas han demostrado que es muy fácil perder de vista la gracia de Dios y caer en las garras del legalismo religioso. La libertad espiritual que tenemos en Cristo será desafiada en toda regla y solo podrá vencer por la fe. La enseñanza de Spurgeon le ayudará a experimentar las sobreabundantes riquezas de la gracia en su plenitud y vivir bajo la tierna Misericordia de Dios.