En el libro de Apocalipsis, Juan, el autor, describe cómo le envían siete ángeles a fin de explicarle lo que está pasando. Uno de los siete ángeles dice: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” Dios, el Espíritu Santo, reafirma eto con las palabras: “Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”.
Por lo tanto, el Nuevo Testamento que comienza con las bienaventuranzas de Jesús, termina con la bienaventuranza para el pueblo de Dios.
La muerte es un enemigo. Es la gran destructora. Es un horrible descenso en picada, la muerte se lleva todas las aspiraciones de una persona, los sueños de su corazón y los recuerdos de la mente. La muerte corta los lazos que atan a una persona con sus seres queridos. La obra de la muerte es implacable, cruel y despiadada.
Sin embargo, el veredicto de Dios concerniente a sus hijos que mueren en el Señor es que son los bienaventurados del Señor. ¿Cómo, entonces, puede ser eso?
Dios permita que las palabras de este folleto le consuelen mientras enfrenta tiempos difíciles.