En Éxodo nos encontramos con la edificante revelación del Señor Dios en su poder y paciencia, ternura y redención, y en su insistencia inflexible en honrar su palabra y en guardar sus promesas. En la historia tal y como está relatada aquí, nuestros hermanos, hermanas y padres de la antigüedad en el Israel de Dios lo conocieron, en su tiempo, como su Redentor en la esclavitud que guarda su pacto, el Ángel del Señor, su compañero divino en su peregrinaje y Aquel que es Santo morando en medio de su campamento y compartiendo su terreno. Y aún es el mismo, pues Él no cambia.
Este libro subraya la naturaleza santa de Dios frente a la pecaminosidad de los hombres; explica el significado de la sangre y el sacrificio; es un libro de la misericordia que baja del Cielo y de la ley que enseña a los pecadores redimidos a vivir en términos celestiales. En Génesis ya podemos entrever algunas de estas grandes verdades bíblicas, pero en Éxodo aparecen unidas, con lo que toman una forma y una definición que ya no serán alteradas en ninguna parte de la Biblia. Bajo una forma simple y, según muchos, una historia fascinante, Éxodo revela unas verdades fundamentales y es, de hecho, uno de los grandes pilares de la Biblia.