Amy Carmichael permaneció en la cubierta del vapor, despidiéndose una vez más de su viejo amigo Robert Wilson. Ella ignoraba que nunca le volvería a ver; ni tampoco las islas Británicas. Amy estaba segura de que Dios las había llamado a la India. Este sería su hogar por el resto de su vida.
La vida de Amy estuvo marcada por una obediencia sencilla, resuelta, a Dios, sin importar las circunstancias ni las consecuencias. Su historia y su legado son recordatorios asombrosis del impacto que provoca la persona que teme a Dios y a ningún otro.
Movida por el amor y la compasión, y sostenida por la fe y la determinación, Amy Carmichael desafió las crueles barreras del sistema de castas de la India. La historia de esta mujer norirlandesa es un ejemplo resplandeciente, deslumbrante, del amor de Dios, generosamente derramado sobre "los más pequeños de entre nosotros".