El frío helado del ártico punzaba como un cuchillo las manos y pies de Wilfred. El viento ululante empujaba hacia alta mar la placa de hielo en la que flotaba a la deriva, y con ella sus esperanzas de ser rescatado. Sus ropas, empapadas al caer el trineo a través del hielo, estaban ahora congeladas. Recostado junto a su perro en busca de calor; Wilfred luchó contra el sueño, sabiendo que si se dormía, quizá no despertaría jamás.
Wilfred Grenfell, el intrépido médico inglés, estaba acostumbrado a convivir con el peligro. Inició una obra de ayuda entre los pescadores del mortífero mar del Norte; y tras conocer las espantosas condiciones de pobreza a injusticia en las que vivían los habitantes de Terranova, decidió servir entre las paupérrimas comunidades pesqueras de la inhóspita y remota costa de Labrador.
Grenfell fundó hospitales, escuelas, orfanatos y cooperativas de pescadores, demonstrando su fe a gentes sin esperanza.