La mañana de la Resurrección, tal como la presentan los Evengelios, fue escenario del suceso más maravilloso de la Historia de la Humanidad. Un sepulcro cavado en la roca entre los árboles de un huerto, propieddad de un hombre rico que había simpatizado con Jesús, fue encontrado vacío por unas mujeres que fueron a embalsamar el cuerpo de su amado Maestro al romper el alba, y descubirieron que el cuerpo ya no estaba allí.