"Jim y Pete se dieron media vuelta y vieron a los aucas blandiendo sus mortíferas lanzas, corriendo detrás de Nate, Ed y Roger. Jim permaneció al borde del río con la mano en la pistola. ¿Debía defenderse? Conocía la respuesta de antemano. Todos ellos se habían prometido no salvarse a costa de matar a los que habían ido a buscar en el nombre de Jesús".
Jim Elliot y sus compañeros de trabajo rindieron sus vidas en la selva de Ecuador, confiando en que su sacrificio no sería en vano. Décadas más tarde, este acontecimiento dramático ha desafiado a innumerables cristianos a vivir con un gran propósito, para llevar el evangelio a aquellos que nunca han oído de él (1927-1956)