Dice el autor:
«Este libro es una versión de las conferencias Didsbury de 1996, las cuales impartí en octubre de 1996 en el British Isles Nazareth College en Didsbury, Manchester. He revisado ligeramente el texto de las conferencias y añadido pies de página. En total fueron cuatro conferencias, pero he combinado la tercera y la cuarta en un solo capítulo, ya que el argumento fluía continuamente por ambas.
El libro contiene una versión concisa de una teoría que publicaré de forma más completa en otro libro en el que estoy trabajando, titulado provisionalmente «Jesús y la identidad de Dios: Monoteísmo judío y Cristología del Nuevo Testamento». En ambos libros presento una nueva manera de entender la Cristología del Nuevo Testamento en su contexto judío. Teniendo como mis puntos de arranque el debate actual sobre la naturaleza del Monoteísmo judío en el período del Segundo templo, y los esfuerzos por encontrar precedentes judíos en la Cristología primitiva, argumento que las corrientes actuales que encuentran a Jesús como una figura intermediaria semidivina están completamente equivocadas. Trabajando con la categoría principal de la identidad del Dios de Israel –la cual apunta de forma apropiada a quién es Dios en lugar de qué es la divinidad– muestro que el judaísmo primitivo tenía formas claras y consistentes de caracterizar la identidad única del único Dios y de distinguirle absolutamente del resto de la realidad. Cuando leemos la Cristología del Nuevo Testamento teniendo en cuenta este contexto teológico judío resulta claro que, desde los principios de la Cristología postpascual, los primeros cristianos, incluyeron a Jesús, con precisión y sin ambigüedades, dentro de la identidad única del único Dios de Israel. Lo hicieron al incluir a Jesús en las características únicas y definitivas según las cuales el judaísmo identificaba a Dios como único. Para hacer esto no tuvieron que romper con el monoteísmo judío, ya que el monoteísmo, como el judaísmo del período del Segundo Templo lo entendía, estaba estructuralmente abierto al desarrollo del monoteísmo cristológico que encontramos en los textos del Nuevo Testamento.
La Cristología antigua fue realmente alta cristología, y la llamo Cristología de la identidad divina, proponiéndola como una manera de salir de la distinción aceptada entre Cristología «funcional» y «óntica», una distinción que no se corresponde con el pensamiento judío primitivo sobre Dios y que ha distorsionado seriamente nuestro entendimiento de la Cristología del Nuevo Testamento. Cuando pensamos en términos de identidad divina, más que en esencia o naturaleza divina, que no son las primeras categorías para la Teología judía, podemos ver que las así llamadas funciones divinas que Jesús ejercita son intrínsecas a lo que Dios es. Esta Cristología de la identidad divina no es un mero paso en el camino del desarrollo patrístico de la Cristología ontológica en el contexto de la Cristología trinitaria. Se trata ya de una Cristología completa, que mantiene que Jesucristo es intrínseco a la identidad única y eterna de Dios. Los Padres no lo desarrollaron tanto como para traspasarlo a un marco de trabajo conceptual construido sobre categorías filosóficas griegas de esencia y naturaleza.
La inclusión de Jesús en la identidad divina única tiene implicaciones no sólo para quién es Jesús, sino también para quién es Dios. Esto forma la segunda mitad del argumento que persigo en este libro y que desarrollaré más extensamente en el otro libro. Cuando se tomó en serio, como ocurrió en la mayoría de formas de Teología neotestamentaria, que no sólo el Jesús preexistente y exaltado, sino también el Jesús humano, sufriente, humillado y crucificado pertenecía a la identidad divina única de Dios, entonces quedó claro que Jesús revela la identidad divina –quién es Dios realmente– en humillación así como en exaltación, y en la conexión entre ambas. La propia identidad de Dios se revela en Jesús, su vida y su cruz, al igual que en su exaltación, de una forma que es continuamente completa y consistente con el entendimiento del Antiguo Testamento y judío sobre Dios, pero también es nuevo y sorprendente. Mientras que los Padres, a su modo, se apropiaron con éxito de la Teología Nicena, la inclusión de Jesús en la identidad de Dios del Nuevo Testamento, no tuvo tanto éxito en apropiarse de su corolario, la revelación de la identidad divina en la pasión y vida humanas de Jesús.
Para ver cómo se hace justicia a este hecho tenemos que volver a la Teología de la cruz, que se originó en Martín Lutero y se popularizó en el siglo XX.
Veremos que mi tesis no es sólo un recuento histórico del trasfondo, orígenes y naturaleza de la Cristología del Nuevo Testamento, sino que también es muy significativa para nuestra evaluación de la tradición cristológica de la Iglesia y para la Teología constructiva contemporánea. En el presente libro solamente se menciona esto de forma muy breve hacia el final. Se desarrollará mucho más en un tratamiento posterior.
En la presente y concisa versión de mi argumento, no sólo he sido incapaz de desarrollar algunos puntos centrales del mismo, sino que tampoco he podido aportar el estudio detallado de los textos y de la constante interacción con otras interpretaciones del monoteísmo judío, la Cristología del Nuevo Testamento y los textos primitivos centrales, tanto judíos como cristianos que se necesitarán para establecer mis argumentaciones adecuadamente en el contexto de la discusión académica actual. Esto tendrá que esperar a un estudio más completo. Pero muchos lectores, sin duda, no encontrarán en la forma presente de mi argumentación, demasiados detalles exegéticos y pies de página y bibliografía, más fácil de apreciar y de asimilar. Estoy muy contento de tener la oportunidad de publicar mi trabajo de esta forma, que no es tanto una versión «popular» como una presentación concisa de mi argumento, en la que el árbol no se pierde en el bosque, y los contornos principales de mi teoría central se hacen claramente visibles».