El pueblo de Dios desde el principio ha sido favorecido por El con el don y privilegio de cantar. Su canto alegre es reflejo de la naturaleza de Dios y Su presencia entre ellos. Por eso es grato al pueblo de Dios levantar sus himnos, salmos y cantos de alabanza a su Dios porque a Él le agrada, tanto como al pueblo que reconoce que Él es digno de toda alabanza y adoración. De este modo le damos el culto a Dios levantando nuestros cantos y alabanzas, no para emocionarnos a nosotros mismos, ni para ser entretenidos, o para sentirnos elevados espiritualmente, o para cumplir con la tradición de nuestro templo y su culto, o simplemente para disfrutar de los bellos tonos y melodías de la música religiosa. Nuestro primer motivo al cantar es honrar a Dios y darle su debido culto, demostrándole nuestro amor, gratitud, adoración y devoción.